Un catering como el nuestro tiene la capacidad y la obligación de adaptarse a cualquier espacio y circunstancia, dar lo mejor de sí independientemente del contexto. Pero también hay que reconocer que cuando un salón o hacienda está bien equipado, partimos con más seguridad, se trabaja mejor.
Hacienda Guadalupe es de esos lugares que lo tienen todo: belleza, equipamiento, versatilidad… Hasta allí se desplazó nuestro equipo para la boda de Lucas y María José, y se encontró trabajando codo a codo con otro que siempre lo puso fácil.
Poniendo color a una jornada para el recuerdo
Al margen de los estilos decorativos que se lleven, el color nunca pasa de moda. A veces basta con contraponer blanco y buganvilla en una tarjeta de agradecimiento a los invitados para, con suma sencillez, obtener un resultado de lo más estético.
El rojo es el color de la pasión y, como es eso precisamente lo que lleva a los novios a reunir a amigos y familiares en un día tan bonito, fue el escogido para el gran corazón al que rodeaban las letras blancas de boda formando la palabra «Love».
El rosa fue el escogido para los centros de mesa, pero no solo. Los tallos de las flors se enroscaban sobre jaulas que hacían de lámparas en plata, a juego con las sillas. La mantelería era del clásico blanco nuclear, impoluto.
Sabores frescos para un día cálido
Las bodas que tienen lugar a partir del mes de mayo andaluz suelen tener un denominador común: el calor. Es fundamental saber escoger menú no solo para agradar al paladar de los invitados, sino para cumplir el objetivo de refrescar el cuerpo.
Nuestra gastronomía se basa en la sapiencia y en la utilidad, así que nada mejor que hacer uso de ella. El rico y fino salmorejo o los aliños volaron de las bandejas en la recepción.
Todo sumó a un día que Lucas y María José disfrutaron. ¡Felicidades!
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Boda en Hacienda Guadalupe: Lucas y María José