Aficionados como son los novios a la tauromaquia, era de esperar que la suya fuese una boda torera. Hoy día, la mayoría de parejas escogen un hilo conductor para algo que ha ganado mucho peso, como es la decoración, una temática que defina su personalidad y sus gustos. Y por lo que significa en sus vidas, por el carácter y por lo castizo de su afición, desde luego era la mejor opción
Una boda torera
Hay que aprovechar los elementos imprescindibles de una boda para hacer llegar la temática, y lo cierto es que nuestro equipo decorativo eso lo hace muy bien. No hay más que admirar el conjunto que mostraba el seating plan, donde lo rústico, lo vintage y lo taurino se mezclaban en perfecta armonía: ruedas y marcos de madera, un antiguo tocador, paniculatas y capotes, con el albero y el burdeos como colores destacados. Sirvió de marco a más de una foto, por supuesto.
Las mesas, precisamente, estaban nombradas según las plazas más importantes del país: Monumental de Barcelona, Plaza de Toros de Castellón, Real Maestranza de Caballería de Sevilla… Para cuando los invitados entraron al salón con disposición a ocupar la asignada, todo lucía perfecto.
Mención especial merece nuestra vajilla de cristal con aires retro, siguiendo la tendencia, con detalles como el color violeta de los vasos o las perlas doradas del plato llano sobre el que luego se coloca el principal, de deslumbrante porcelana blanca.
Siendo una boda torera, había que hacer un homenaje a los sabores tradicionales a través del menú, pero sin renunciar a esa innovación a la que los grandes maestros del toreo tampoco renuncian. El fin es el mismo: deleitar a un entregado público.
Los novios eligieron chacina variada, gambas blancas y langostinos tigres como entrantes; un sorbete de fresas naturales o de limón al cava para el entreplato; un arroz caldoso con carabineros como primer plato; presa ibérica con verduras, cremosa de pimientos y yuca frita para el segundo; y forzuelo de turrón de helado y moscovita de Snicker para los postres.
Sobre la servilleta, por cierto, aguardaba a los invitados un regalo que nos pareció muy original: diademas de lunares para ellas y pañuelos para ellos.
Una fiesta 10
Se podría decir que la fiesta comenzó en el momento en que los invitados hicieron su entrada en el salón. Los ánimos estaban por las nubes y, sin duda, a eso contribuyeron los novios que, ora en la mesa de amigos, ora en la de familiares, dieron todo un recital. Ni siquiera faltaron los improvisados cantes con guitarra.
Una vez que los novios cortaron la tarta, bromas incluidas, nuestro personal despejó la zona de baile, ¡y vaya si hubo baile! No faltaron ante el escenario invitados agitándose rítmicamente.
El patio, sin embargo, ofrecía una gran alternativa gracias entre cosas, a las cachimbas, que terminaban de completar la oferta de una boda de 10.
¡Enhorabuena, amigos!
Catering El Cine
Una boda torera la de nuestros amigos José María y Aurora